Fue Lilith y no Eva la primera mujer del Paraíso según el legendario hebraico, aunque ambas serían compañeras del primer hombre, Adán. La desconocida Lilith y la popular Eva comparten y participan de los mismos atributos y al tiempo son protagonistas de una de las historias de condena más contundentes del imaginario occidental.
Desde tiempos remotos, la creencia en la fatalidad de la mujer fue una idea constante que afloró en la mitología grecorromana, los textos sagrados, la literatura y las leyendas conformando una visión de lo femenino que determinará a las sociedades posteriores, encontrando su apoteosis en las últimas décadas del siglo XIX, época en la que también surge la New Woman.
No fue casualidad que Eva (la mujer) ofreciese la manzana a Adán (el hombre) desatando la ira de Dios, como tampoco lo fue que Pandora, creada por Zeus con intención de castigar a los mortales, fuese la encargada de abrir la caja de los males, arruinando el sino de la humanidad.
Ambos mitos manifiestan una idea clara: la curiosidad en la mujer resulta una cualidad peligrosa con nefastos resultados, porque invita a cuestionar los roles tradicionales asignados a hombres y mujeres, amenazando el orden establecido por la sociedad patriarcal.
Lilith: ¿una diablesa en el Edén?
La procedencia de la Lilith hebraica parece encontrarse en un préstamo de la figura mitológica asirio-babilónica de nombre Belit-ili o Belili, diosa maligna devoradora de niños y hombres. La mitología clásica asimiló esta figura a través de la Lamia, criatura fantástica que robaba recién nacidos para alimentarse de su sangre, lo que recuerda al mito del vampiro. Ahora bien, ¿por qué la tradición hebraica adoptaría a una diablesa como primera esposa para Adán en el Edén?
El Talmud, fechado entre los siglos III y VII, recoge gran parte de la tradición hebraica y relata, por vez primera, la aparición de Lilith como compañera de Adán. Las diferencias entre Lilith y Eva se registran desde su nacimiento. Lilith fue creada del barro, al igual que su compañero varón, mientras que Eva nace a partir de una costilla de Adán.
Algunos estudiosos talmudistas afirman que en la Biblia hay una referencia velada a Lilith: en el capítulo 1, versículo 27 del Génesis se lee «Creó pues Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios les creo, varón y hembra los creo». De aquí se podría interpretar que hombre y mujer fueron creados al mismo tiempo. Más tarde, en el versículo 2 del capítulo 2, se explica la creación de una compañera para Adán a partir de una de sus costillas. Estos estudiosos interpretan que los dos versículos se refieren a dos creaciones distintas, por tanto, dos mujeres diferentes creadas por Dios. La mencionada en el primer capítulo sería Lilith, creada al tiempo que Adán y de la misma materia.
Según los textos talmúdicos, Lilith discutía a menudo con Adán por el modo de realizar el acto sexual, pues ella se negaba a yacer bajo él, tomando como sumisa aquella posición. Adán trató de obligarla, pero ella se resistió y lo abandonó. A pesar de las órdenes del Señor, que la encomió a regresar con Adán, Lilith jamás retornó.
La segunda parte del mito convierte a Lilith en un ser repulsivo que devora a los recién nacidos y ataca a los hombres mientras duermen, robándoles su sem*n para aumentar su estirpe diabólica y devolviéndola por tanto a su origen mitológico como diablesa.
Atendiendo sólo a la primera parte de la historia, Lilith desafió a Adán, negándose a someterse a su autoridad y abandonando por voluntad propia el Edén, rebelándose incluso contra Dios y escogiendo de ese modo su propia libertad. La figura de Lilith resulta muy adelantada a su tiempo, quizás incluso para el nuestro, y nos muestra de forma explícita la demonización a la que se sometía a cualquier mujer que mostrase indicio de independencia.
Es sorprendente y revelador observar cómo evoluciona la iconografía de Lilith, de mujer joven a hibrido con cola de serpiente y rostro femenino, como se puede ver entre otros, en el célebre manuscrito miniado del siglo XV, Las muy ricas horas del Duque de Berry.
El hecho de que se fusione a una mujer con la serpiente que tentó a Eva, puede tratarse de una posible pervivencia de la leyenda de Lilith en la iconografía cristiana. Lilith se habría transformado en la personificación del Diablo y sería la misma serpiente que tentó a Eva.
La religión hebrea introdujo la figura de Lilith en su imaginario, para mediatizar la culpa de Eva como introductora del dolor y el mal ya que, después de todo, Eva era la “madre de la humanidad” y no abandonaría a su compañero, acatando el castigo que Dios le impuso.
La historia de Lilith desapareció de los textos canónicos transformándose en una leyenda acerca de un espíritu maligno que rondaba a las parturientas para robar a sus hijos. Sin embargo, a finales del siglo XIX, muchos artistas vieron en Lilith la encarnación idónea de la mujer fatal y rescataron así del olvido a la subversiva primera mujer de Adán, haciéndola protagonista de sus lienzos.
Eva: el precio de la curiosidad
Sin Lilith, queda Eva como «madre de la humanidad», figura más edulcorada, pero, a fin de cuentas, responsable del Pecado Original que arrastra el género humano.
Eva, como la legítima esposa de Adán para el mundo cristiano, aparece por primera vez en el Génesis, donde nos explican que fue creada a partir de la costilla de Adán por Dios ante la petición del hombre que solicitaba para él una compañera. Eva termina tentando al hombre a caer en el pecado al ofrecerle el fruto del árbol prohibido, condenando así a la humanidad. Fue su tentación y no la de Adán la que desató la furia de Dios:
«Dijo pues Dios a la mujer, “¿por qué lo has hecho?” Contestó la mujer: la serpiente me sedujo y comí (…) Y Dios dijo: tantas haré tus fatigas cuanto sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará.»
Eva admite su error, no miente, ni se excusa. Adán se esconde primero y luego se exculpa:
«La mujer que me diste por compañera me ha dado del fruto de aquel árbol y lo he comido.»
Dios castiga a Eva sometiéndola al hombre. Esta voluntad divina justificará la natural sumisión a la que se condenará a la mujer en épocas posteriores, pero ¿no estaba ella en una condición inferior cuando fue formada de la costilla de Adán con la misión de acompañarle? La serpiente habla con Eva y no con Adán, ¿se puede entender que Eva ya estaba predispuesta a la tentación por el mero hecho de ser una mujer?
Además, resulta revelador que la serpiente tenga voz e incluso manos, pues en el Génesis se explica que el animal tiende el fruto a Eva. Resulta inevitable preguntarse si el reptil bíblico era de antemano de sexo femenino.
En la primera traducción de la Biblia al latín se hace mención a una serpiente con rostro de mujer, y en el siglo XII, La Historia del Libro del Génesis menciona esta misma idea que se trasladará a las artes plásticas en el siglo XV. ¿Puede ser la desterrada Lilith la serpiente que habla con Eva?
Los Padres de la Iglesia se interesaron por el paralelismo de Eva con el mito clásico de Pandora para corroborar la doctrina del Pecado Original y advertir de los peligros de la curiosidad, cualidad impropia de la mujer «virtuosa».
Jean Cousin el Viejo fusiona ambos personajes en Eva Prima Pandora obrando una simbiosis de los dos mitos. Se pueden observar atributos de ambas, como la serpiente que se enrosca en el brazo de la mujer (Eva) o la jarra referente a Pandora, pues en el mito original no se habla de una caja sino de un ánfora.
La existencia de Eva o Pandora justifican la misma idea: la introducción de la mujer en el mundo supone el fin de un estado paradisíaco que dará paso a una vida de dolor. La virginidad sería el estado propio de ese orden paradisíaco del cristianismo. Así que al contra-modelo de Eva, la Iglesia opuso la figura de María, introduciendo la dualidad del Eterno Femenino.
La Iglesia no ignoró que la mujer que iba a concebir al Hijo de Dios no podía ser hija de Eva, así que creó el dogma de la Inmaculada Concepción para salvaguardar la pureza de María, encarnación de todas las virtudes humanas en contraposición a Eva, cuyo emblema es el pecado, arrastrando con ella a todo el género femenino.
María, como «madre de Dios», es el modelo cristiano por excelencia, porque María es la no-mujer, es decir, una mujer desprovista de sexualidad, al concebir y ser concebida sin pecado. Un ideal inalcanzable y una utopía que reniega de la sexualidad de la mujer.
Lilith y Eva: el susurro de la serpiente
Con Lilith y Eva, la serpiente se convierte en compañera inseparable de la mujer fatal del imaginario finisecular. La serpiente es aliada y al mismo tiempo amante de la mujer en la obra del simbolista alemán Franz von Stuck, que dedica hasta tres lienzos al tema, conformando un tríptico sobre el lascivo matrimonio entre la serpiente y la Mujer. En estas obras es la Mujer en términos generales como alegoría de pecado, sensualidad y vicio.
El belga Jean Delville cierra el círculo de esta conversión de Mujer en Mal con El ídolo de la perversidad (1891), obra en la cual la mujer ha trascendido lo humano, alcanzando el estatus de ídolo inaccesible y exhibiendo entre sus joyas a su ya inseparable compañera, la serpiente.
Lilith cayó en la condena del olvido, desterrada de los textos sagrados y degradada en su conversión a demonio nocturno devorador de niños. No hubo piedad para la mujer que se rebeló contra la autoridad del hombre y del mismo Dios. Mientras, Eva no tuvo un destino mucho mejor, pues su condena fue cargar con el Pecado Original.
Los mitos de Lilith y Eva revelan que la concepción fatal de la mujer fue diseñada meticulosamente a través de la mitología y las leyendas, para reafirmar la superioridad moral e intelectual del hombre sobre la naturaleza pecadora de la mujer, apoyada en unos textos bíblicos que trasladan la voluntad divina de que la mujer se someta al hombre. Esta sumisión duró siglos, aunque siempre hubo inconformistas Liliths y curiosas Evas en la Historia que se cuestionaron el mundo y batallaron por dignificar a la Mujer.